martes, 29 de septiembre de 2009

Docencia universitaria y comunicación educativa

La universidad es considerada la institución social responsabilizada con el desarrollo al más alto nivel de los recursos humanos de cualquier país, además, es la que prepara a los profesionales para enfrentarlos a los crecientes retos en las esferas científico- técnica y cultural.

Dadas las actuales exigencias sociales, las instituciones universitarias en cualquier país hoy día, tienen la misión de potenciar alumnos críticos, analíticos, innovadores y con un alto nivel de desarrollo de los valores humanos. El interés se traslada desde la transmisión de un volumen considerable de información, a propiciar la autogestión del aprendizaje por los educandos y a tributar a su formación integral como seres humanos, a partir de las acciones que ejecuta el docente, en calidad de orientador y mediador, en aras de la concientización de la necesidad de los alumnos de crecer psicológicamente, de compartir con sus semejantes en un contexto en el que saber convivir resulta imprescindible y de desarrollar la reflexión y el análisis crítico, como vías para aprender con mayor eficacia y para comprender mejor la realidad circundante y en consecuencia, mejorarla de modo permanente.

En el ámbito de la docencia universitaria, la formación tradicional, basada en la prevalencia de un flujo de información unidireccional desde el profesor a los estudiantes, resulta actualmente insuficiente. Tanto desde el punto de vista de la emisión como de la recepción de la información, las clases basadas en el empleo de métodos fundamentalmente expositivos, que reconocen solo como emisor y ente pensante al docente, no están acordes con la formación que se necesita brindar actualmente a un futuro egresado de la educación superior.

Las concepciones educativas actuales conciben el proceso docente-educativo como un proceso comunicativo dialógico, donde deben prevalecer las relaciones horizontales entre docentes y discentes, y donde el alumno asume un papel activo y protagónico ante su propio desarrollo. En este proceso de intercambio se implica la personalidad de los sujetos en su integridad, es decir, se manifiesta la unidad de lo cognitivo y lo afectivo, lo ejecutor y lo inductor.

Acentuar el carácter dialógico del proceso docente-educativo y del aprendizaje, significa privilegiar su dimensión subjetiva, que aparece como resultado de la expresión diferenciada de los sujetos participantes en este proceso. Esto implica considerar los vínculos entre los aspectos emocionales y cognitivos en el aprendizaje, ya que lo emocional se concreta en su sentido subjetivo, en los procesos de comunicación del sujeto.

En tal sentido se coincide con la aseveración que sobre el profesor enuncia la especialista Esther Báxter: “Su función no puede reducirse a impartir conocimientos, a ejercer autoridad en el aula, necesariamente además, tiene que relacionarse y comunicarse con sus alumnos y brindarles afecto y seguridad”.
Es por todo lo antes apuntado, que el proceso de comunicación exige ser estudiado hasta por los más expertos en el arte de educar, para encauzar las influencias formativas dirigidas a las nuevas generaciones, de un modo óptimo.
Es evidente que la comunicación está estrechamente relacionada con el proceso de educación. Sin embargo, aún se subestima la importancia del conocimiento científico de esta categoría, y su estudio se deja casi siempre a la espontaneidad del docente.
El mismo, en cambio, tiene que ser un genuino comunicador, ya que el acto pedagógico supone las interacciones comunicativas entre el profesor y los educandos.

Es innegable la significativa importancia que tiene la comunicación en la calidad del proceso docente-educativo.El alcance de una comunicación educativa eficaz, es una auténtica aspiración para elevar la calidad de la educación en el ámbito universitario. La comunicación es el vehículo esencial del proceso docente-educativo.

La psicología de orientación marxista concibe la comunicación como un fenómeno complejo y multifacético en el que se distinguen tres aspectos componentes que a su vez cumplen funciones diferenciadas, pero mutuamente relacionadas: un proceso informativo, un proceso de interacción y un proceso de comprensión mutua.

La función informativa es el proceso de recepción y transmisión de información, donde la información se concibe no sólo como ideas, conceptos conocimientos, sino que incluye también los intereses, estados de ánimo, sentimientos actitudes, que se manifiestan en las personas. Se refiere a un intercambio de información, es decir, que en el proceso de comunicación no sólo se transmite y recepciona información, sino que cada sujeto es fuente transmisora y receptor-destinatario al mismo tiempo, es un proceso de interrelación.
La función reguladora de la comunicación se refiere a la interacción, al intercambio de acciones entre los participantes en la comunicación y a la influencia que ejerce uno sobre otro en la organización de la actividad.

La función afectiva se refiere al conjunto de vivencias, emociones y sentimientos que surgen y se desarrollan en el proceso comunicativo. Se expresa fundamentalmente mediante la necesidad que tiene cada persona de sentirse comprendida desde el punto de vista emocional y de compartir todo su mundo afectivo con otros. Se manifiesta por los componentes interactivos y perceptivos de la comunicación.

Aunque cada función tiene su esencia específica, las tres están presentes en todo acto comunicativo por estar estrechamente interrelacionadas. Si prevalece una función sobre otra, se está en presencia de una asimetría funcional. Pero si existe una adecuada interacción entre las tres funciones sin que se haga uso solamente de una de ellas en detrimento de las demás, entonces la comunicación presenta una dinámica funcional que propicia su eficacia.
Entre las insuficiencias reflejadas en las interacciones comunicativas docente-alumnos, se manifiesta que las funciones reguladora y afectiva de la comunicación se expresan en niveles inferiores con respecto a la función informativa de la comunicación.

Es muy especialmente marcada la dificultad para el logro de un proceso docente-educativo en las universidades, en el que se logren de manera armónica las funciones informativa, regulativa y afectiva de la comunicación, sin predominio de una(s) a expensas de otra(s).
Se comparte el criterio de A .Casaña y L. Domínguez acerca de que: “el hecho de centrar la comunicación en una sola de sus funciones puede no ser adecuado a la dinámica situacional del desarrollo de la personalidad. En la medida en que esas funciones priorizadas no expresan la manifestación de las demás funciones comunicativas afectaría el carácter formativo de la misma”.

No se rechaza la idea de que en un momento determinado y con un propósito específico se potencie una de las funciones de la comunicación, pero a consideración de las autoras no es lo que debe de caracterizar un proceso auténticamente comunicativo.